lunes, 5 de agosto de 2013

Cruzando el océano... de México a Corea

1:30 de la mañana.   Después de terminar de arreglar las maletas de forma apresurada, llegó la hora de ir al aeropuerto para ser la primera en documentar. Creo que para ese momento aún no me cabía el "20" de que en más o menos un día estaría del otro lado del mundo.


Familia y amigos en el área de comida rápida del aeropuerto, aprovechando nuestros últimos momentos juntos para compartir risas, bromas y una que otra bobada para el recuerdo; y a las 5:15 el inminente adiós, los abrazos y buenos deseos, mezclados entre risas y lágrimas de emoción con una pizca de nostalgia adelantada.

A partir de la puerta de embarque comenzaba la verdadera aventura. Poner y quitar cosas en los rayos X, buscar la sala de abordar, acomódate la ropa, que como tuviste que quitarte el cinturón se te bajan los pantalones, da tu pase de abordar, pasa, siéntate y abróchense los cinturones porque una vez en el aire ya no hay marcha atrás.

El cansancio me traiciona y mis planes de tomar fotos en el avión rumbo a Dallas se ven frustradas por un largo sueño que dura las dos horas del vuelo. Sin embargo, en cuanto aterrizamos estoy más despierta que nunca gracias a la adrenalina, pasando aduanas, repitiendo el mismo procedimiento de antes, explicando formas migratorias y tratando de pararme derecha y adoptando la misma posición que en la foto de la visa para no verme tan diferente debido a las horas de sueño.

Después de eso vienen dos horas de espera, que debo aprovechar sabiamente, pues pasaré las próximas 14 montada en un gigantesco avión que me llevará finalmente hasta Corea. Aprovecho para comer algo y conectarme a facebook para avisar a mi familia y amigos que estoy bien, y que he llegado sana y salva a mi primer parada.  A las 10 a.m. aproximadamente me dirijo a mi sala de embarque y cruzo ese largo túnel que se que me llevará al lugar que tanto había esperado.

Mi asiento está hasta adelante (dentro de la clase económica) así que puedo estirar los pies a mi antojo. A mi lado se sienta una 할머니, una abuelita coreana que en todo momento nos sonríe a mi y al bebé de la familia que va en la fila opuesta a nosotros. Al poco tiempo me doy cuenta que no habla inglés, así que con eso y mi pobre nivel de coreano... ¡uff!  Pero afortunadamente logramos comunicarnos y expresarle a la azafata lo que la señora quiere, mientras ella cuida de mi con consejos a señas como "tápate hace frio" o "mira, quítate los zapatos y si vas a leer enciende la luz".

Y así, después de las indicaciones de seguridad.... el vuelo 0027 de American Airlines despega.

La pantalla me indica que de Dallas a Incheon hay 10999 km (6834 millas) atravesando el océano en 14 horas de vuelo.



Después de mirar un rato por la ventana, me doy cuenta que aqui tampoco podré tomar fotos pues me toca en una de las enoooormes alas que me impiden ver mucho más allá de unas cuantas nubes. Son las 11.44 a.m., estamos sobrevolando el Golfo de Alaska (en Corea son las 6:41 a.m. y en México las 4:41 p.m.) y afuera estaríamos a -49° centígrados. Nos dan nuestra primera comida: un mini bibimbap con todo incluido en miniatura y bien sellado: pasta de soja roja, kimchi e incluso una quesito para una mini ensalada y un brownie de postre.



Aún quedan muchas horas de vuelo y cuando despierto, después de una siesta de 3 horas, ya pasamos a otra zona horaria y de repente son las 2:07 p.m., mientras nos acercamos a Bristol Bay y el Mar de Bering.

Me doy cuenta que la señora a mi lado me mira con ternura preguntando si estoy bien, pues antes de dormirme se me habían salido unas cuántas lágrimas de felicidad después de leer el maravilloso regalo que mi mamá, familia y amigos prepararon en forma de cartas llenas de buenos deseos y palabras de amor.


Y así pasan las horas, entre durmiendo, comiendo, viendo una que otra serie en el avión, leyendo un poco y mirando a ratos por la ventana, hasta que por fin el capitán anuncia que después de lo que me pareció una semana, aunque hubiera sido menos, estamos a nada de aterrizar en Incheon. 

Tomo mis cosas y después de despedirme de la amable señora coreana, me dirijo siguiendo a la multitud a un sótano donde un tren tipo metro nos llevará a migración donde después de largas filas y sellar mi visa de estudiante, por fin puedo recoger mi maleta para ir a aduanas, lleno mi papeleta y al ser honesta respondo que sí traigo más de un litro de alcohol guardado en la maleta. El guardia me pregunta qué es "Whisky?"  no, no, le digo que Mezcal, de México, a lo que me dice que entonces no tiene nada que revisar y sólo siga adelante, cruzando las puertas hacia Corea, dónde afortunadamente ya me esperan.



En la próxima entrada les contaré mis primeras impresiones de Corea y todo lo que ya he hecho. ¡Gracias por leer!





6 comentarios:

  1. Wow, el vuelo estuvo mejor de lo que me imaginaba!!

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  2. Liz!! Estoy a nada de llorar, me da mucho gusto que estés viviendo una gran experiencia, espero que la disfrutes, te diviertas y te seguiré a través de tu blog para saber tus aventuras y sentir que estoy recorriendo el mismo camino que tú!!!

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    1. Naty!!! gracias hermosa!! muchas gracias por leerme. Te mando un abrazo del tamaño del mundo!!

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  3. Y que se me salen las lagrimas, cuídate mucho, muchas fotos, mucho de todo, un fuerte abrazo! Tkmil.

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